Sonó el despertador, ya estaba despierto, así que se quedó mirándolo. La verdad es que no había podido dormir en toda la noche, había estado dándole vueltas a la gran decisión.
Con un suspiro, se levantó y paró el angustiado y sonoro despertador. Este le gritaba- ¡cuidado! ¡cuidado! -advirtiéndole de la importancia del día.
Empezó a vestirse sin sentimiento, con un aire distraído y de monotonía. Abandonó la habitación, la maldita habitación donde había empezado todo hace un tiempo. Entonces él se sentía de una manera muy distinta con el mundo. Con el asqueroso mundo. Se puso a preparar café, y se entretuvo tarareando “Perfect day” de Lou Reed, como todas las mañanas. Solo tarareaba la parte lenta, no llegaba nunca al estribillo. Últimamente no estaba de humor para estribillos animados, sino para estrofas melancólicas. Se paró. Hoy no me vale con tararear, pensó. Después de rebuscar un rato en el cajón donde guardaba sus discos de vinilo, sacó el que buscaba.
Se acercó al tocadiscos, y el disco se le resbaló de su temblorosa mano para ir a parar al suelo, donde se hizo añicos. Miró durante un rato el destrozo, tarareando de nuevo, hasta que el sonido de que el café estaba listo le hizo moverse.
El café barato sabía a rayos. Estaba acostumbrado a que el café no estuviera muy rico, pero ese día no pudo soportarlo y tiró la bebida después de dos sorbos. Ahora no tenía qué hacer, por lo que se puso los zapatos, los zapatos buenos. Los zapatos de entrevista de trabajo, los zapatos de cena importante. Al fin y al cabo, hoy había algo importante que hacer.
La calle está muy bonita así, vacía, pensó. Pero una mujer se asomó entonces por la esquina, paseando un perro feo y muy pequeño, que le ladró al pasar a su lado. Ya nada le parecía bonito a Ronald, tuvo ganas de tirarse al canal de cabeza y ahogarse después de aquélla situación.
Todavía era muy pronto, pero se acercaba inconscientemente a las obras.
Se detuvo para encender un cigarrillo y se sentó en un muro para fumarlo. El humo ascendía para mezclarse con las nubes. Todo estaba siempre nublado allí, lo que daba una sensación deprimente, mugrienta. Las calles parecían compartir con él las ganas de nada en absoluto. Mientras fumaba comenzó a chispear.
– ¿Ronald? -era Charlie, un viejo conocido, que por lo que parecía tenía bastantes ganas de charlar un rato, algo de lo que Ronald no tenía en absoluto.
– ¿Eh? Sí, hola.
– ¡Cuanto tiempo! Pensaba que habías muerto o te habías mudado sin avisarme.
– Pues ya ves que no.
– Sí, ya lo creo que si lo veo. Estás un poco desmejorado…
– No he dormido mucho hoy.
– Pues deberías, en fin, tengo algo de prisa, a ver si nos vemos con calma para tomar un café.
– Eso, a ver si nos vemos -dijo Ronald distante, con la cabeza ya en otra parte.
Miró su reloj de bolsillo, se le estaba pasando demasiado rápido el tiempo.
Llegó con la respiración entrecortada a las obras abandonadas. Encendió otro cigarrillo, pero lo apagó sin siquiera probarlo al oír unos pasos. Silenciosamente, se acercó al ruido cubriéndose con un montón de escombros. Morgane había llegado, y esperaba con impaciencia un pedido que no iba ser entregado. Ronald respiró hondo y sacó la pistola. Salió de su escondite con pasos firmes, apuntando a Morgane.
Este levantó lentamente los brazos, mirándole con una expresión en el rostro que pocas veces había tenido que utilizar.
– ¿Por qué ahora? -preguntó- Ronald, esto no es necesario…
Pasaron unos segundos, que transcurrieron muy lentamente, abriéndose paso como cuchillos en el cargado ambiente.
Ronald bajó la pistola, pero con un gesto decidido la volvió a elevar y se pegó un tiro en la sien derecha.
Increíble. Tu mejor texto por ahora. Se nota la inspiración de salinger.
Me gustaMe gusta
Hablar contigo me hizo acordarme de las historias que tenía abandonadas. La verdad es que solo tenía el primer párrafo, pero se me ocurrió el final y el camino hasta allí lo escribí fácilmente. Gracias
Me gustaMe gusta
Impresionante, Umagah!
Creo que el espíritu de Salinger te ha poseido..
Me gustaMe gusta
Sin duda alguna
Gracias!
Me gustaMe gusta
¿Es parte de un relato más largo? Me gustan este tipo de historias que hacen pensar en las variables que hacen actuar al protagonista. La introducción de la canción del poeta neoyorkino es muy acertada e introduce muy bien la actitud que hay que tener frente al relato. Felicidades. Seguire poco a poco leyendo tus entradas.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias, no podía dejar de pensar en esa canción mientras escribía esa parte. Sí, las historias donde hay muchos cabos sueltos son muy interesantes, convierten al lector en autor, al hacerle pensar en el resto de la historia.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Final inesperado, me gustó
Me gustaMe gusta
Gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Excellente escrito, me sedujo y no paré de leer. Un abrazo.
Me gustaMe gusta
Muchas gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona